Lucía Rivera es una auténtica estrella o al menos tiene esa actitud. Este jueves, en la cena solo para mujeres que la joyería Rabat organizó en su boutique de la calle Serrano de Madrid, uno de sus colaboradores la seguía de cerca sin perder detalle de lo que hacía la modelo con un móvil en una mano y un cepillo de pelo en la otra. Y eso se notaba por lo espectacular que lucía sobre la alfombra negra la hija de Blanca Romero, con un vestido cut out que firmaba JC Pajares y las pertinentes joyas de la firma: «Lo que más me gustan son los pendientes porque aportan mucha luz, aunque no me importaría que me regalaran el anillo». Se refería a un diseño en diamantes blancos y negros (su combinación favorita, confesó) que obligó a los periodistas a mentarle a los hombres: «No quiero que me pregunten por ninguno, valgo mucho como mujer», afirmó ante la prensa congregada y que ella solicitó atender a la vez.
Rivera no quiso hablar de la novia de su padre y reconoció ser distinta que su madre «soy de otra manera», aseguraba. También afirmó haber perdonado a los fantasmas de su pasado: «La terapia me ha venido genial, me ha ayudado a perdonar a todo el mundo», aunque confesó que la mejor terapia que ha tenido ha sido su libro, «Nada es lo que parece».
Con Ana Boyer sí que fue todo lo que parecía, ya que optó por mantener el discurso oficial de la familia Preysler sobre el vestido de su hermana, Tamara Falcó. Ya saben: hizo referencia a la «situación incómoda», a lo guapa que está con el vestido de Carolina Herrera y a que no puede decir nada para no chafarle la sorpresa (que solo sumaría una desgracia más a la boda más gafada del año).
Pero la noche iba de joyas y si alguien destacó con ellas fue la modelo Eugenia Silvia, que lucía una espectacular pulsera y anillo con forma de araña, aunque ella iba más de fiera salvaje con un vestido mini de print de leopardo. Ana Cristina Portillo vestía de su marca y presumía orgullosa de la familia que tiene, como también lo hicieron las hermanas de Fernando Verdasco, Ana y Sara, esta última con un espectacular juego de pendientes y anillo que había robado del joyero de su madre.
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