Hay muchas razones para felicitar a Jorge Javier Vázquez. Para empezar, porque este martes, día de Santiago, cumplió 53 años. Pero también porque parece que ha sobrevivido a la masacre de Sálvame y todo indica que él tendrá un programa diario para competir nada menos que contra Pablo Motos, un reto tan difícil como el que ha aceptado Ana Rosa Quintana de presentar las tardes en Telecinco y abandonar el confortable reino de la mañana.
Sin embargo, y a pesar de continuar en la brecha, con un trabajo muy bien pagado, daba la sensación de que la estrella televisiva estaba hundida durante un periodo que ha debido hacérsele complicado: las semanas que transcurrieron desde que este digital anunció el final del magacín de La Fábrica de la Tele hasta estos días. Tal vez su reaparición tenga que ver con que en las legislativas no les ha ido tan mal a los políticos con los que él se siente más identificado a pesar de que todo indicaba lo contrario y eso le ha animado.
No sabemos a ciencia cierta si fue un problema de salud lo que le apartó de la pantalla mucho antes del final de Sálvame y Deluxe, consecuencia tal vez del dolor causado por la pérdida de un hijo de 14 años y el destierro de toda la familia tras años de triunfos y buenas audiencias. El papelón del sucesor de Paolo Vasile, anunciado a bombo y platillo en El País que ya no se hablaría de política por las tardes es tremendo, cuando todos sabíamos que Ana Rosa hablará de lo que le salga del bolo en la misma franja donde estaba prohibido cuando no estaba ella.
De todas formas, Jorge Javier Vázquez siempre ha tenido bajones y en cierta medida recuerda a aquel Tomás de Milan Kundera, en La insoportable levedad del ser, aquel hombre cuyas dudas en torno a la vida en pareja y demás traumas afectivos se combinaban con conflictos cotidianos. Jorge Javier a menudo otorgaba en sus reflexiones televisadas y no digamos en sus artículos en Lecturas ese profundo sentido trascendental a temas prescindibles y efímeros.
La pájara que se cogió dicen ahora en la revista Semana que fue para cuidarse y descubrir qué quería cuando se anunció el cierre de Sálvame. La misma tarde de aquel 5 de mayo, cuando desde Informalia llamamos a Mediaset para avisarles de que íbamos a publicar que retiraban el programa de Jorge Javier para poner a Ana Rosa, la misma directora de Comunicación nos confirmó no solo que la noticia era cierta sino que el filólogo de Barcelona seguiría en la cadena y que había proyectos para él.
Sin embargo, a él no le bastó y, tras unos primeros días de cachondeo en pantalla, choteándose de su propia desgracia con sus compañeros, se retiró de la pantalla y algunos dieron por finiquitada su carrera en la cadena que lo convirtió en una estrella.
Jorge Javier durará más en la cadena de los Berlusconi que Borja Prado
Había desaparecido y no se le había vuelto a ver hasta que ahora este semanario le ha localizado. Recuerda la publicación que Jorge Javier Vázquez alegó entonces sentirse “sin fuerzas” para despedirse del programa. Bloqueó su móvil y solo Jesús Vázquez o Mercedes Milá dijeron tener noticias de él. Parece que que ha vuelto con su ex, que le visita mucho en su residencia, y con el que ha estado en Creta, y en la revista aparece moreno, con un cuerpo tonificado, y le han visto salir de un centro de estética. Se preocupa por estar bien y está recibiendo la ayuda diaria de un entrenador personal y de un masajista. Además del programa nuevo, del amor a sí mismo y a su ex, tiene otra ilusión: se está construyendo otra casa más grande. En 2019, Jorge Javier compró la parcela contigua a su actual vivienda por un millón y medio de euros.
Tiene aún dos años de contrato y, como adelantamos, ya ha grabado el piloto de su nuevo programa, que tiene el título no sabemos si provisional de Cuentos chinos, una especie de Hormiguero golfo, con entrevistas en directo más allá de la crónica social y donde podría aparecer políticos como Yolanda Díaz, Íñigo Errejón o el mismísimo Pedro Sánchez, quien se lamentó del final de Sálvame y preguntó por la salud del presentador.
Jorge Javier a veces se pone insoportable, con esa levedad de un ser complicado, egocéntrico e inteligente, pero es un activo demasiado poderoso como para que Mediaset, con la ruina que llevan en audiencias, se permita el lujo de prescindir de él. Puesto a mojarnos, podríamos apostar a que Jorge Javier va a estar más tiempo en Fuencarral que el presidente de la cadena.